El 2 de mayo de 1808 es el punto álgido de nuestra historia, el del retroceso. Un combate de gente humilde que se enfrentaba al ejército más poderoso del mundo, el levantamiento de un pueblo que no lucha por la modernidad y el bienestar de su país sino más bien por un tonto cabreo, tal y como afirma Pérez Reberte, contra los extranjeros (los franceses) que con su aire de superioridad hacían suya la tierra que pisaban. Eso pensaría el pueblo cuando decidió levantarse en un acto heroico repleto, eso sí, de coraje y valentía. Sin embargo, el bonapartismo significaba algo más. El 2 de mayo cerró las puertas de la modernidad, la cultura, la igualdad y el progreso y significó para España la división, el camino hacia la desigualdad. Perdimos una posibilidad.
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